No cabe duda de que todo el mundo tiene una afición. Es nuestra necesidad instintiva, una forma de desconectar después de un día duro e incluso los psicólogos dicen que es básicamente esencial para nuestra salud mental. Por supuesto, no todas las aficiones son iguales, y algunas pueden incluso volverse peligrosas sin que nos demos cuenta. Así que es buena idea comprobar si nuestras aficiones son una de ellas. ¿Cómo? En primer lugar, no hay nada malo en una afición en sí, siempre que se haga dentro de unos límites razonables. El problema es que la gran mayoría de lo que se considera peligroso provoca intencionadamente adicción en el usuario, lo cual es parte del problema.
Y hay que identificarlas lo antes posible. En primer lugar, deben preguntarse si han perjudicado a alguien, a otras personas, a personas o animales, directa o indirectamente, a través de su afición. Un ejemplo típico sería un jockey o un entrenador que dopan o maltratan a un caballo para sacarle el máximo rendimiento, sin importarles que el caballo vaya a morir literalmente en unos años. Así pues, la regla básica es que nuestra afición nunca debe infligir dolor, y quizá ni siquiera la muerte, a los demás. Tampoco debe poner en peligro la salud o la vida de nuestras familias.
Por ejemplo, si somos aficionados, debemos tener en cuenta que incluso el humo del cigarrillo es perjudicial, a menudo más que el propio humo del cigarrillo. También deberíamos asegurarnos de que sólo fumamos en zonas en las que no haya otras personas presentes. Por último, pero no por ello menos importante, no deberían pedir más dinero del que pueden permitirse fácilmente, teniendo en cuenta todos los costes. De lo contrario, podrían endeudarse fácilmente. Esto incluye, por ejemplo, el juego y las apuestas de todo tipo.